Viento negro

 Ella buscó su boca y él respondió. Se besaron un momento. La música sonaba con fuerza, era clásica, algo familiar, aunque no pudo distinguir la pieza.

De pronto algo lo sobresaltó, creyó escuchar que llamaban a la puerta. Notó que no recordaba como era el exterior pero no reparó demasiado en eso. Ella se quejó _No le prestes atención, será el viento_. Pero algo lo inquietaba. La habitación era parte de algo mas grande y se situaba a la izquierda de la entrada, una especie de zaguán mas ancho de lo normal (accediendo desde la puerta, tres o cuatro pasos hacia el frente y dos hacia la izquierda). Notó que de alguna forma no conocía el resto de la casa, no sabía por que. Y ya no recordaba cómo había llegado allí.

Intentó sentarse en la cama y se percató de algo aún peor, no sabía quién era ella.

En algún momento la música se detuvo. El silencio reinaba absoluto y la penumbra lo cubría todo. Ella ya no estaba, se encontró solo y nervioso. Desde la calle le llegó un sonido a través de la ventana, eran pasos, tal vez fuera quien creyó oír en la puerta, pensó. Un sentimiento de terror lo envolvió, inexplicable pero profundo. Se paró en medio de la oscura habitación y caminó hacia la puerta cerrada. Intentó, en vano, encontrar algo que le sirviera como arma. Bajó el picaporte y accedió lentamente al zaguán, era tal como lo había visto en su cabeza. Se acercó despacio a la puerta ciega de entrada y apoyó su cabeza intentando agudizar el oído. Viento. Silbante y profundo. Se retiro hacia atrás, se paro solo en medio de la negrura e intentó pensar. Pero algo se lo impidió, algo que avanzaba hacia él desde el otro lado de la puerta. Lo sintió venir y se echó contra la pared apretando los dientes con los ojos cerrados. La puerta se abrió de golpe y una fuerza lo envolvió.

Abrió los ojos y estaba acostado. En medio de la oscuridad sólo interrumpida por un tenue rayo de luz naranja que se colaba entre las cortinas.

Otra vez esa sensación, alguien cerca. Intentó no prestarle atención pero fue inútil. El pecho le oprimía y la habitación se cernía sobre él. Se paró de un salto, corrió hacia el balcón, abrió la puerta y se asomó a la noche. Una llovizna suave que se deslizaba en el viento le cubrió la cara. Se aferró a la baranda y respiro profundo. Tal vez por última vez.

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