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Mostrando las entradas de diciembre, 2021

Cartas en el barro

Hedo es una niña de 12 años que viaja a pie y descalza, junto a su gente. Siguen las instrucciones dadas por los más viejos, para moverse a través del territorio, desde el estrecho interior a la costa pacífica, para cazar las presas que solo encuentran en la planicie superior. Hedo ama viajar. Ésta es su quinta migración. Hoy le toca atravesar el pantano que milenios más tarde se conocerá como la región de Osorno, Chile. Hedo no lo sabe, pero acaba de escribir una carta. Una carta sobre el barro y con su pie derecho. La nota lleva impresa la prueba irrefutable del espíritu osado de su pueblo, la odisea en el vientre de su madre a través de una masa de hielo eterna para conquistar el horizonte, las historias de los viejos sobre la lejana tierra que abandonaron hace tanto, y la conexión ancestral con Karen, que lee la carta con la palma de su mano, a 15600 años de distancia. De cuclillas, Karen contempla su hallazgo, la huella más antigua del continente aseguran los análisis, mientra

El baldío

  - Dale derecho, es pasando el cementerio Laura apuntaba  hacia adelante con su mano vertical  y la movía de arriba abajo Luca asintió y siguió manejando. El sol ya se había escondido detrás de los eucaliptos, pero el calor no aflojaba. El volante estaba pegajoso y desprendía pedacitos de goma que le manchaban las manos húmedas. A medida que avanzaban las casas se hacían mas bajas, la calle mas estrecha y la línea de la vereda se desdibujaba. - Ocho mil pesos es un regalo por un terreno de esos metros. - Si, el tipo de la inmobiliaria me dijo que está barato porque lo heredaron tres hermanos que no se hablan y lo quieren liquidar cuanto antes para no tener que verse más las caras. - Preguntale a esa vieja si sabe dónde queda la calle. El auto se detuvo frente a una tapera descascarada, que combinaba trozos de pared revocada y ladrillos desnudos. La puerta estaba arrancada y descansaba apoyada en la pared, en su lugar colgaba una cortina mohosa. Una mujer mayor, robusta y bri

Caronte

Ricardo es camionero, traslada el ganado a su destino fatal. Siempre se sintió una especie de Caronte cordobés, el barquero del hades que transporta las almas al inframundo. Ese desdichado final. Ese martes de noviembre manejaba preocupado por una ruta secundaria. El camión tomó la rotonda lentamente. El acoplado se balanceó de lado a lado y se escucharon los mugidos. Ricardo miró por el retrovisor, los animales se movían lentamente, como organizados. Durante el viaje los notó más inquietos de lo habitual. Debió ser por esa vaca preñada que le obligaron a subir en el campo. Ricardo sabía que era ilegal transportar animales en ese estado, mucho menos para faena y que podría tener graves problemas si se topaba con un control de rutina. Le sugirió al patrón esperar al destete, pero la vaca estaba débil, tal vez enferma, y Don Antonio no estaba dispuesto a perder plata. Más vale encajarla al frigorífico antes que se muera en el potrero y se la coman los perros, dijo el patrón. El veterinar