Cartas en el barro

Hedo es una niña de 12 años que viaja a pie y descalza, junto a su gente. Siguen las instrucciones dadas por los más viejos, para moverse a través del territorio, desde el estrecho interior a la costa pacífica, para cazar las presas que solo encuentran en la planicie superior.

Hedo ama viajar. Ésta es su quinta migración. Hoy le toca atravesar el pantano que milenios más tarde se conocerá como la región de Osorno, Chile.

Hedo no lo sabe, pero acaba de escribir una carta. Una carta sobre el barro y con su pie derecho. La nota lleva impresa la prueba irrefutable del espíritu osado de su pueblo, la odisea en el vientre de su madre a través de una masa de hielo eterna para conquistar el horizonte, las historias de los viejos sobre la lejana tierra que abandonaron hace tanto, y la conexión ancestral con Karen, que lee la carta con la palma de su mano, a 15600 años de distancia. De cuclillas, Karen contempla su hallazgo, la huella más antigua del continente aseguran los análisis, mientras su bota izquierda se hunde lentamente sobre la tierra húmeda, sin saber que escribe otra carta, que continuará el ciclo cósmico que nos une a todos, el ciclo de las cartas en el barro. Hasta el final de los tiempos.

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