El baldío
- Dale derecho, es pasando el cementerio
Laura apuntaba hacia adelante con su mano vertical y la movía de arriba abajo
Luca asintió y siguió
manejando. El sol ya se había escondido detrás de los eucaliptos, pero el
calor no aflojaba. El volante estaba pegajoso y desprendía pedacitos de goma
que le manchaban las manos húmedas. A medida que avanzaban las casas se hacían
mas bajas, la calle mas estrecha y la línea de la vereda se desdibujaba.
- Ocho mil pesos
es un regalo por un terreno de esos metros.
- Si, el tipo de la
inmobiliaria me dijo que está barato porque lo heredaron tres hermanos que no se hablan y lo quieren liquidar cuanto antes para no tener que verse más las
caras.
- Preguntale a esa
vieja si sabe dónde queda la calle.
El auto se detuvo
frente a una tapera descascarada, que combinaba trozos de pared revocada y
ladrillos desnudos. La puerta estaba arrancada y descansaba apoyada en la
pared, en su lugar colgaba una cortina mohosa. Una mujer mayor, robusta y
brillosa, estaba apoyada en el marco de la única ventana que daba al frente.
- Buenas Doña como
anda. Que calorcito eh! ¿Dónde queda la calle Ingeniero Ruiz? –Preguntó
Luca alzando la voz desde el auto-
La vieja levantó la
vista y lo miró con una mezcla de sorpresa y desprecio. Dio media vuelta y se perdió en la oscuridad
de la pieza. La cortina se hinchó y comenzó a elevarse empujada por el cuerpo
enorme, caminó hacia el auto, se detuvo frente a la puerta y se echó sobre la
ventanilla. Puso su cara a treinta centímetros de la de Luca y sonrió mostrando una dentadura trunca y parda.
- Mierda que sos
confianzudo flaco eh. Gritar desde el auto como si fueras el capanga del
barrio.
Laura se quedó inmóvil, mirando a Luca como exigiéndole una reacción.
- Disculpe señora, es
que estamos medio perdidos –dijo él con
una sonrisita estúpida-
- ¿A quién buscan? –preguntó la vieja-
- no, a nadie,
queremos ver un terreno que está en venta, sobre la calle Ingeniero Ruiz. Nos
dijeron que era en éste barrio.
La vieja levantó el brazo izquierdo y señaló hacia su izquierda.
- Allá donde hace tope,
doblá para la izquierda, hacé una cuadra y volvé a doblar a la izquierda, esa
es la calle –dijo la vieja sin dejar de
mirarlos-
- Gracias señora, muy
amable –dijo Laura ansiosa por irse-
La vieja se quedó
apoyada en la ventanilla unos segundos mas mirando el interior del auto, miró
la mochila en el piso y la cartera en la falda de Laura. Los tres estaban en silencio,
el aliento intenso de los dientes podridos iba inundando todo el habitáculo.
- Vamos Luca que se nos va a hacer de noche.
-Vayan despacio que hay pozos, no vaya a ser que se rompa esta poronga _la vieja palmeó con violencia el techo del auto_ y vuelvan a hincharme las pelotas a mí. Miren que en este barrio no hay teléfonos públicos eh! Je je...
La vieja dio dos pasos
hacia atrás y el auto salió despacio. La miraron por el retrovisor y seguía ahí
parada en medio de la calle viéndolos alejarse.
- ¡Pero que hija de
puta! ¡Vieja asquerosa de mierda! Vamos al carajo de éste barrio Luca.
- Pará no te alteres,
pasamos frente al lote y lo vemos sin bajarnos, de pasada, para sacarnos
la duda.
- Pero que vamos a ver,
si es un barrio horrible, prefiero seguir viviendo con mi vieja o alquilar una
carpa antes que vivir acá
- Ya estamos acá Laura,
y además es lo mismo, volvemos por la calle Ingeniero Ruiz, si es paralela a esta ¿o preferís
volver a cruzar frente a la casa de esa vieja?
Laura se quedó en
silencio con los brazos cruzados, viendo hacia afuera. Luego lo miró otra vez:
- Subí el vidrio.
- Laura no tenemos aire
acondicionado y hace como 36 grados.
- Me importa un carajo,
no quiero ni respirar el olor asqueroso que hay acá.
Luca suspiró y subió el
vidrio.
Los pozos sacudían el
auto y la visión disminuía a medida que avanzaban, Luca prendió las luces. El
camino tomaba una curva pronunciada más adelante y no había intersecciones a la
vista. Iban despacio, Luca trataba de agudizar la vista para ver si divisaba algún cartel de “Lote en venta” o "Se vende". Solo veía bultos en la
oscuridad de las casillas, que estaban cada vez más encima del camino, y algún
que otro foquito parpadeante, ninguna luz de alumbrado público. Laura apagó la
radio que solo estaba transmitiendo estática. Los dos tenían las caras grasosas. Desde algún fondo llegaba una música tropical ahogada y
se distinguían pequeñas columnas de humo. El olor a plástico quemado
era espeso y se colaba por los burletes resecos de las puertas del Fiat Uno modelo 90. Abrupto de la negrura emergió un perro, la bestia estrelló la cabeza
contra el guardabarros delantero y empezó a ladrar con furia, salpicando saliva sobre el auto cada vez que abría la
boca. Laura se estremeció y se le humedecieron los ojos.
- Apurate Lucas por
favor te lo pido –rogó-
Tomaron la curva
acelerando, el perro quedó atrás y cesaron los ladridos.
A Luca le dolían las
manos de tanto apretar el volante.
Al final de la calle la
luz del auto reveló un paredón de ladrillos block que cortaba el camino.
Luca se detuvo y miró
por los espejos.
- Girá Luca, sacame de
acá.
- Calmate Laura, no me
da el ángulo. Tengo que hacer marcha atrás.
Apretó el embrague y
movió la palanca hasta ubicarla en la posición R. Al instante se encendió atrás
una luz debilitada por la óptica opaca, que apenas brillaba. Resignado comenzó a soltar el embrague y el auto se
movió hacia atrás. Giró el volante todo lo que pudo y aceleró un poco mas hasta
sentir el golpe y después el aullido. Volvió a mirar por el espejo y distinguió
algo peludo inmóvil junto a la rueda izquierda.
- ¡Dejalo! ¡Dejalo!
¡Vámonos a la mierda!
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