Secuela que se excede (Crítica de Cobra Kai)

 Considero pertinente resaltar las virtudes de una secuela que comienza de manera perfecta, contándonos que fue de la vida de Daniel LaRusso y Johnny Lawrence, 30 años después del enfrentamiento final en el torneo de karate All Valley. Cabe destacar que la primera temporada se centra en la vida de Johnny, un antihéroe encantadoramente terrenal, que no ha podido superar las decepciones de su adolescencia y continúa a la sombra de Daniel San, quien siguió por el sendero del éxito, convirtiéndose en un poderoso empresario automotriz. Esta primera entrega plantea dilemas éticos muy interesantes acerca del rol "héroe-villano" que cumpliera cada personaje en la versión cinematográfica de los 80's. Los conceptos actualizados del bien y el mal que imperan en el siglo 21, llevan a ésta nueva camada de espectadores (y a los viejos espectadores con parámetros nuevos) a replantear la historia. 

El uso de los flashback se vuelve esencial para la conexión sentimental con Karate Kid y está dosificado de manera armoniosa, recordando momentos esenciales de la franquicia, que logran vincular al espectador de manera más que empática con los protagonistas.

Los pocos puntos bajos que contiene la primera temporada, entre ellos la excesiva cursilería, quedan opacados por la gran carga emotiva que deposita en los fans.

A partir de la segunda temporada todo es cuesta abajo. La cursilería se multiplica, las disyuntivas éticas son reemplazadas por repetitivos enredos adolescentes, los personajes se estereotipan y el guion se vuelve predecible, casi amateur. 

En fin, una serie que debió ser miniserie y tener su final en el capítulo 10, termina alargándose innecesariamente. Otro de los muchos casos en que un producto de excelencia se ve perjudicado por las exigencias económicas de exprimir hasta la última gota.


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